lunes, 3 de septiembre de 2012

De lo que no se puede hablar, es mejor callar...


Llevo días sin escribir; me he enredado con el cuidado de mi pequeño y las pruebas por corregir. El fin de semana tuvimos visitas.

El viernes vinieron unos amigos a casa para leer críticamente investigaciones sobre el Jesús Histórico; el Jesús de Galilea, probablemente seguidor ferviente de Juan Bautista; el bullicioso, el radical, el que muy probablemente andaba armado, con su -lo que hoy llamaríamos- “Pandilla”, haciendo revueltas en el Templo; el religioso, el que hablaba sobre la venida del Reino (cosa más rara); el que tuvo varios hermanos; quienes tardíamente también le siguieron al igual que sus padres; el que muere por razones políticas…

Ayer recibimos a mi cuñado y a su mujer… Van a Cuba, antes de que muera Fidel y aparezcan los letreros de Coca Cola. No para apoyar al dictador, pues “ya no hay Revolución, y ya no hay ni siquiera esperanza que defender”, sino para recorrer las calles de La Habana antes de que todo cambie y se convierta en su igual…

Anoche me quedé pensando largamente en las personas que nos visitaron este fin de semana. En sus reflexiones, sus sueños, esperanzas; en sus temores; en las preguntas sin contestar. Anoche, mientras el Negro y los niños dormían, bajé al primer piso, puse el CD Pánico, de Manuel García, y quise prender un cigarrillo mientras sonaba de fondo El viejo comunista. En el momento decidí que hoy volvería a escribir; pero sin saber sobre qué… Aún no lo sé… o quizás sí. De Jesús, de las revoluciones, del martirio; aunque sin decir nada de ello, sólo nostalgia, silencio…

1 comentario:

  1. Wittgenstein. Buen ejemplo. Es difícil saber qué decir con claridad en esas experiencias, tan vitales como trasecendentales.

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