miércoles, 1 de agosto de 2012

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA "SIRENA ORIENTAL", GÉNERO Y LAS NATURALIZACIONES



¿Qué les parece lo de la nadadora china?

Su nombre es Ye Shiwen, apodada la Sirena Oriental, de tan sólo dieciséis años.

La verdad es que estoy encantada. Cuando leí que había adelantado al nadador estadounidense Ryan Lochte se me disparó a mil la cuchara. ¿Por qué tanta euforia, Catalina? -podrán preguntarme. Y les respondo que no tanto por una cuestión de género (aunque sí, también), sino por el sencillo hecho de aportar a la desnaturalización de nuestra historia.
Hay investigaciones relevantes sobre la consideración de la minusvalía de la mujer desde el Neolítico[1][1], tesis que vendrían a demostrar además que anteriormente la relación hombre mujer era positivamente complementaria.
Sin mucha especialización de funciones ambos compartían labores e intereses sociales y económicos; y ellas, o más bien, nosotras, nos identificábamos como especies de un mismo género por las indumentarias, no por las actividades. Es decir, no por poder o no poder hacer algo (nadar velozmente o no hacerlo, por ejemplo), pues toda labor era importante, y por ello, podían incluso ser ejercidas por uno u otro sexo en distintos momentos o espacios. Eran reconocidos ambos sexos como partícipes de una relación que podríamos hoy día nombrarla como relación de igualdad. Por otro lado, la consideración de fragilidad de la morfología femenina ha sido pensada también como una cuestión cultural, que nace igualmente en la prehistoria, y a la que muchos han dedicado largos años de profundización (nosotros no lo haremos, no teman); mas de ningún modo poniendo de manifiesto una relación de poder a través de la maternidad, como se suele pensar… o por lo menos no desde la maternidad por sí misma, sino por la reducción en la movilidad de las mujeres que dan a luz, y que, por cierto, fomentaría un cierto grado de apego emocional con el espacio físico. Desde aquí, entonces, ni la morfología, ni la fuerza, ni la emocionalidad y dependencia por sí mismas, como una cuestión ontológica femenina, son lo que se han dicho y reforzado desde el tardío neolítico, y pasando por cada una de las edades de nuestra historia europeo occidental; ninguna de ellas sustentan el diseño caricaturesco de la mujer frágil, inferior, carente, que sospechosamente ha imperado en la historia de forma naturalizada. El hombre, podríamos pensar, necesita a la mujer de modo soberbio y comparativo, y por ello ha manipulado (o explotado, como dicen algunas feministas), cruelmente a las mujeres; fomentando el apego al espacio, y acusando de ellos a la maternidad; resguardado la dependencia de las “madres”, para contener emocionalmente lo que hoy reconocemos como familia[2][2]. Pues bien, todas son hipótesis desde una serie de descubrimientos arqueológicos, discutibles, por cierto, en cuanto son hallados en un momento histórico en el que cada uno de nuestros cuentos son diseñados en un universo masculino. Pues, que no nos quepa duda de que Prometeo, la imagen representativa del “hombre moderno” para muchos historiadores, ha sido capaz de liberarse y conseguir el dominio del universo (en eso se está), desde un fiel reflejo de intencionalidad y poderío de los “hombres”, de la masculinidad, y no, como se ha dicho, de la humanidad.
¿Qué quisiera decir con todo esto, ya con miedo de estar lateando? tan sólo que la duda sobre la potencia de la nadadora china; de su fuerza, osadía, destreza, habilidad, o como se le quiera calificar, es sólo respuesta de un temor masculino a una posible individualización e independencia de las mujeres, en ésta, “nuestra” época posmoderna; que representa el temor ante la imagen femenina desligándose del rol de la maternidad y de cuidado de la “madriguera”; que es la mujer abriéndose a otros espacios, especializándose, separándose, alejándose...
La verdad, no me importa si Ye se dopa o no, eso no es lo que está en juego; sino simplemente que Ye, la “Sirena Oriental” –como la han llamado en su país-, nacida hace tan sólo dieciséis años, pone en suspenso la historia; y en el acto, pareciera ser capaz de superar el estado naturalizado de la potencialidad masculina.


[1][1] Ver, por ejemplo, Meillasoux, Claude, Mujeres, Graneros y Capitales. Economía doméstica y capitalismo. Madrid,  Siglo XXI, 1987.
[2][2] Les recomiendo leer el siguiente enlace. Un interesante artículo desde el que claramente está inspirada esta humilde reflexión. http://ucm.academia.edu/AlmudenaHernando/Papers/1126420/Mujeres_y_prehistoria_en_torno_a_la_cuestion_del_origen_del_patriarcado

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