¿Qué les parece lo
de la nadadora china?
Su nombre es Ye
Shiwen, apodada la Sirena Oriental, de tan sólo dieciséis años.
La verdad es que
estoy encantada. Cuando leí que había adelantado al nadador estadounidense Ryan
Lochte se me disparó a mil la cuchara. ¿Por qué tanta euforia, Catalina?
-podrán preguntarme. Y les respondo que no tanto por una cuestión de género
(aunque sí, también), sino por el sencillo hecho de aportar a la desnaturalización
de nuestra historia.
Hay investigaciones
relevantes sobre la consideración de la minusvalía de la mujer desde el
Neolítico[1][1], tesis que vendrían a demostrar además que
anteriormente la relación hombre mujer era positivamente complementaria.
Sin mucha
especialización de funciones ambos compartían labores e intereses sociales y
económicos; y ellas, o más bien, nosotras, nos identificábamos como especies de
un mismo género por las indumentarias, no por las actividades. Es decir, no por
poder o no poder hacer algo (nadar velozmente o no hacerlo, por ejemplo), pues
toda labor era importante, y por ello, podían incluso ser ejercidas por uno u
otro sexo en distintos momentos o espacios. Eran reconocidos ambos sexos como
partícipes de una relación que podríamos hoy día nombrarla como relación de
igualdad. Por otro lado, la consideración de fragilidad de la morfología
femenina ha sido pensada también como una cuestión cultural, que nace
igualmente en la prehistoria, y a la que muchos han dedicado largos años de
profundización (nosotros no lo haremos, no teman); mas de ningún modo poniendo
de manifiesto una relación de poder a través de la maternidad, como se suele
pensar… o por lo menos no desde la maternidad por sí misma, sino por la
reducción en la movilidad de las mujeres que dan a luz, y que, por cierto,
fomentaría un cierto grado de apego emocional con el espacio físico. Desde
aquí, entonces, ni la morfología, ni la fuerza, ni la emocionalidad y dependencia
por sí mismas, como una cuestión ontológica femenina, son lo que se han dicho y
reforzado desde el tardío neolítico, y pasando por cada una de las edades de nuestra
historia europeo occidental; ninguna de ellas sustentan el diseño caricaturesco
de la mujer frágil, inferior, carente, que sospechosamente ha imperado en la
historia de forma naturalizada. El hombre, podríamos pensar, necesita a la
mujer de modo soberbio y comparativo, y por ello ha manipulado (o explotado,
como dicen algunas feministas), cruelmente a las mujeres; fomentando el apego al
espacio, y acusando de ellos a la maternidad; resguardado la dependencia de las
“madres”, para contener emocionalmente lo que hoy reconocemos como familia[2][2]. Pues bien, todas son hipótesis desde una
serie de descubrimientos arqueológicos, discutibles, por cierto, en cuanto son
hallados en un momento histórico en el que cada uno de nuestros cuentos son
diseñados en un universo masculino. Pues, que no nos quepa duda de que
Prometeo, la imagen representativa del “hombre moderno” para muchos
historiadores, ha sido capaz de liberarse y conseguir el dominio del universo
(en eso se está), desde un fiel reflejo de intencionalidad y poderío de los
“hombres”, de la masculinidad, y no, como se ha dicho, de la humanidad.
¿Qué quisiera decir
con todo esto, ya con miedo de estar lateando? tan sólo que la duda sobre la
potencia de la nadadora china; de su fuerza, osadía, destreza, habilidad, o
como se le quiera calificar, es sólo respuesta de un temor masculino a una
posible individualización e independencia de las mujeres, en ésta, “nuestra”
época posmoderna; que representa el temor ante la imagen femenina desligándose
del rol de la maternidad y de cuidado de la “madriguera”; que es la mujer abriéndose
a otros espacios, especializándose, separándose, alejándose...
La verdad, no me
importa si Ye se dopa o no, eso no es lo que está en juego; sino simplemente
que Ye, la “Sirena Oriental” –como la han llamado en su país-, nacida hace tan
sólo dieciséis años, pone en suspenso la historia; y en el acto, pareciera ser
capaz de superar el estado naturalizado de la potencialidad masculina.
[1][1] Ver, por ejemplo, Meillasoux, Claude, Mujeres,
Graneros y Capitales. Economía doméstica y capitalismo. Madrid, Siglo XXI, 1987.
[2][2] Les recomiendo leer el siguiente enlace. Un interesante artículo desde el que claramente está inspirada esta humilde
reflexión. http://ucm.academia.edu/AlmudenaHernando/Papers/1126420/Mujeres_y_prehistoria_en_torno_a_la_cuestion_del_origen_del_patriarcado
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