martes, 21 de agosto de 2012

Entre póker y carnes develamos la maternidad.




ZZZZzzzzZZzzzzueeeeEEeeeñoooo….

Tengo una guagua, ¿les había contado? Cinco meses cumplió este fin de semana. El mismo día viajamos a Santiago a ver a unos buenos amigos, para distraernos un rato. En una pieza se juntaron nuestros hijos a disfrutar de su imaginación, y a jugar a los piratas. Por nuestra parte, los grandes, éramos seis, alrededor de unas carnecitas y de unas fichas de póker, como acostumbramos. La conversación de gran parte de la noche giró alrededor de cuatro temas cruciales: el lucro en la educación y la investigación que está llevando la fiscalía oriente; por otro lado la calidad y gratuidad en la educación (no nos alejábamos mucho del tema); en tercer lugar las acusaciones de terrorismo a los mapuches y la contraparte del caso Pitronello, y en cuarto lugar… al parecer menos trascendente, pero no menos importante, las horas de sueño de mi pequeño y las notorias ojeras en mi rostro. 

En verdad dudé si escribir sobre esto que me está pasando, pues cuando me pregunto cómo lo hacían nuestras abuelas en otra época, cuando llevar la casa y a tres cabros chicos era tarea cotidiana, me da mucho pudor. Cuando esos niños se seguían en edades, y esos niños, como el mío, no querían dormir, me da más pudor todavía... Mmmm, la verdad es que ni mi madre me lo puede explicar, porque no se acuerda, sólo sabe que lo hizo, y que lo debe haber hecho más o menos bien, pues o si no lo recordaría. Yo, en cambio, sólo con uno (porque el mayor ya es un niño casi independiente) no me la estoy pudiendo. ME SIENTO CANSADA Y SOLA. 

¿Y El negro? Se preguntarán ustedes. La verdad es que el Negro es un buen padre, cuando llega del trabajo lo muda y lo pasea y si le resulta lo hace dormir ( y lo de rock es sólo un día, después de dejarlos dormiditos), pero antes de su llegada estoy yo esperando a que éste llegue del trabajo y me saque, literalmente, 8 kilos de encima, porque como podrán deducir, lo tengo acostumbrado a mis brazos, no lo dejo llorar, no, no, no, de ninguna manera… y no pidan que haga lo contrario; no sería yo si mi guagua llorara; me moriría de pena, me moriría al rompérseme el corazón en dos. Algunas amigas me han dicho que estoy loca, que si lo dejara llorar un poquito, mi vida sería taaan distinta. Me han regalado el Duérmete Niño, y mil y un tirón de orejas; pero saben qué, con esto no puedo razonar, en una cuestión entrañable.

No sé cómo salí adelante con la primera crianza, no lo recuerdo, pero por más que lo intento, sólo logro sacar de mi cabecita momentos plácidos. Será la naturaleza la que nos hace olvidar los períodos desagradables de la crianza, para luego poder arriesgarnos otra vez con otro crío… mmmm… sigo pensando, y la verdad es que lo único que les puedo decir es que NUNCA MAS. Los amo, los re-quiero, me derrito cuando me miran, que son mi vida… pero quisiera también dirigir mi vida por otros lados, y en estos momentos, con todo lo que ellos significan para mí, debo decir también, aunque suene fuerte, que no lo son todo para mí; que necesito espacios y asegurar lo que ya he ido obteniendo. 

Les cuento un poco más de mí. Trabajo en Universidades, soy una de las tantas profes horas que esperan algún día tener una plaza fija para salir de vacaciones en febrero sin ajustarse el cinturón. Soy de esas profes que dependen de las evaluaciones docentes y de que no llegue un amigo de un amigo que, sin importar el CV, te pueda quitar el curso que con esfuerzo has ido asegurando. Soy de esas profes que si quedan embarazadas se van a Melipilla, llega cualquier otro y le quita la silla. Soy de esas profes que no tienen posnatal, y menos aún Parenteral. Soy de esas profes que corrigen entre pañales, lee en las noches y escribe entre siestas; esas que se deben mantener actualizadas, tuitear en la micro, participar en congresos y escribir por lo menos dos artículos anuales para poder tener un CV más o menos pasable, entre otras obligaciones. Pero en mi caso, además, soy de esas profes que no dejan llorar a los niños, y a la que se le está curvando la espalda… por el PC y por los ocho kilos… 

No es fácil ser madre en los dosmil, porque somos en los dosmil mujeres profesionales; porque, aunque no lo seamos, sabemos que podemos ser más que madres; porque no queremos “ayuda” de la pareja, pues hoy sabemos que merecemos tener las mismas oportunidades y obligaciones que los hombres… porque no queremos ser sólo madres, aunque queremos también seguir siendo la mejor de las madres…

Entre póker y carnes, terminamos, con los amigos, hablando de mis ojeras, y más allá de éstas, develando en esa mesa, que las cuestiones domésticas, al fin, muestran la vida; y son de las más grandes actividades que guían la polis.

… Y bien, ya me voy a abrazar a mi pequeño, que se larga a llorar, ya me he distraído un rato, nos vemos en unos días más.

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